En cualquier empeño que emprendamos, o en cualquier objetivo que persigamos, podemos obtener resultados increíbles, magníficos, buenos, aceptables, pobres, terribles o catastróficos.
Estudiando las vidas de muchas de las personas que más éxito han tenido en la historia, he descubierto que también ellos experimentaron toda la gama de resultados en uno o en más aspectos de su existencia. Pero en los campos de sus mayores consecuciones, todos ellos sin excepción obtuvieron resultados increíbles. Y todos y cada uno de ellos obtuvieron tan sorprendentes resultados porque aprendieron e hicieron uso de una simple habilidad, aunque increíblemente poderosa. Esta habilidad fue la clave mediante la cual hicieron realidad sus sueños imposibles. George Washington, Thomas Jefferson, Benjamin Franklin, Thomas Edison, Clara Barton, John D. Rockefeller, Henry Ford, Sam Walton, Walt Disney, Bill Gates, Oprah Winfrey y Steven Spielberg constituyen un ejemplo de personas que la han utilizado. Y lo cierto es que, cada vez que se hace uso de esta habilidad, a la larga genera resultados increíbles.
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Foto: ABC.es |
Además, casi nunca es posible lograr resultados inimaginables sin esta habilidad. Desgraciadamente, menos de una persona de cada milla utiliza plenamente. Lo bueno es que se trata de una habilidad que se puede aprender con facilidad, y que la puede utilizar cualquiera, independientemente de su origen, de su formación o de su cociente intelectual. Me refiero a la habilidad de la diligencia. La mayoría de las personas creen comprender lo que significa la diligencia, pero no hay nada que esté más lejos de la verdad. Cuando Salomón habla de la diligencia, está hablando de un rasgo que es tan raro como un diamante de diez quilates. Y la razón de que sea tan raro estriba en que la verdadera diligencia va en contra de la naturaleza humana.
Todos tenemos rasgos que forman parte de la condición humana. Estos rasgos generan impulsos, inclinaciones, fortalezas y debilidades de forma natural. Sin embargo, la diligencia no es uno de ellos. De hecho, el rasgo común a todos los seres humanos es nuestro deseo o impulso de gratificación inmediata. Lo queremos todo y lo queremos ya, con el mínimo esfuerzo posible. Ésa es nuestra naturaleza. Todos tenemos una inclinación natural a seguir la ley del mínimo esfuerzo. Afortunadamente, a pesar de nuestra inclinación natural, podemos optar por seguir un sendero de mayor esfuerzo y podemos hacernos diligentes en la búsqueda de cualquier empeño, proyecto u objetivo. Y si desarrollas el tipo de diligencia al que se refiere Salomón, podrás alcanzar resultados increíbles en cualquier campo importante de tu vida.
El Concepto de Diligencia de Salomón
Fuente: El Hombre más rico que jamás existió, de Steven K Scott.
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