La falta de gratitud
"Tú no me comprendes", suele decir la gente para justificar el por qué no es feliz. Sean cuales sean las razones que uno tenga para ser ingrato, aún muchas más y mejores son las razones para ser agradecido.
No tenemos que ir muy lejos para sentirnos agradecidos, basta sólo con que echemos una ojeada a nuestro cuerpo.
Ningún dispositivo de bombeo hecho por el hombre se puede comparar con el corazón, ningún ordenador se puede comparar con el cerebro, y no se trata de algo que debamos dar por descontado, pues hay muchas personas cuyos ojos, oídos y corazón no funcionan como deberían.
Tendríamos que estar agradecidos por tantas y tantas cosas que llenan nuestra vida y nuestros días, cosas que damos por descontadas cuando no deberíamos hacerlo. Es imposible ser agradecido y no ser feliz al mismo tiempo. Cada instante, hora, día o semana en que no te sientes feliz es porque estás centrando tu mente en cualquier cosa menos en esos dones que se te han dado.
Deja que tu infelicidad sirva de alarma para redirigir tu enfoque y tu energía. Si quieres ser más feliz, haz una lista de todas las cosas por las que deberías sentirte agradecido. Luego, cada vez que la infelicidad se introduzca entre tus pensamientos, reenfoca tu mente hacia esos maravillosos dones.
La envidia
"Si yo tuviera lo que él (o ella) tiene, sería feliz".
Todos hemos oído alguna vez algo como esto.
Siempre hay alguien a quien envidiar, tengas lo que tengas, siempre hay alguien que tiene algo que tú no. Más amigos, mejor relación con su pareja, gana más dinero... cualquier cosa.
La envidia es más destructiva que la ira. Es imposible ser feliz y envidioso al mismo tiempo.
La envidia hace que quites la vista de lo que tienes y centres tu atención en lo que no tienes. Refleja una clara actitud de arrogancia y hace que uno se crea con derecho a todo.
Cuando se es envidioso, la desdicha, y en último término la depresión, tienen la supremacía. Las semillas de la envidia se hallan en el corazón y en la mente de uno, y hay que trabajar con ellas a diario. Martín Lutero dijo una vez:
"No puedes impedir que un pájaro se pose en tu cabeza, pero sí que puedes impedirle que haga su nido en ella".
No podemos impedir que los pensamientos de envidia entren en nuestro corazón, pero sí podemos impedir que echen raíces. Y el antídoto es la gratitud. Gratitud significa literalmente estar lleno de agradecimiento. Cuando tu corazón está lleno de agradecimiento, no hay lugar para que la envidia eche raíces.
La sensación de tener derecho a más
En la actualidad, a despecho de lo que podamos tener o de lo que se nos haya dado, hay personas que piensan que tienen todo el derecho del mundo a tener más. Los hombres casados creen que tienen derecho a recibir más de lo que sus esposas les ofrecen, y viceversa. Los trabajadores creen tener derecho a más cosas de las que obtienen de quienes les emplean.
Muchas personas creen tener derecho a recibir más de sus compañías de seguros, de sus seguros asistenciales y sanitarios, y de la administración pública.
¿Cada cuánto tiempo te quejas de no recibir todo lo que crees que tienes derecho a recibir de una u otra persona? He aquí una ley de la vida de la que todos deberíamos ser conscientes: en la medida en que tu corazón se centre en lo que no tiene y en lo que cree que tiene derecho a tener, ¡no serás feliz!
La necedad
El último obstáculo que se interpone en nuestro camino hacia la felicidad es nuestra escasa disposición a mirar afuera. Confiamos únicamente en nuestra manera de entender las cosas, en nuestro propio corazón, y tomamos decisiones basándonos en nuestros sentimientos.
"El que confía en su corazón es un necio"
¿Por qué? Porque lo que sentimos no sólo no es de fiar sino que, además, puede cambiar de un momento a otro. Los sentimientos están sujetos a una montaña rusa emocional que igual nos lleva arriba que abajo. En un momento somos felices y, al instante siguiente, estamos tristes o incluso deprimidos. En un momento estamos llenos de amor y, al instante siguiente, nos estamos dejando llevar por la ira. En un momento nos sentimos plenos de confianza y, al instante siguiente, estamos muertos de miedo o profundamente preocupados.
La persona que confía únicamente en su corazón está apostando su futuro en definitiva sobre su propio conocimiento finito y sobre los caprichos de sus sentimientos.
¿Cómo superar las barreras que nos impiden alcanzar la felicidad?
Para superar las barreras que nos impiden alcanzar la felicidad no hay que hacer otra cosa que poner en práctica los siguientes puntos.
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Foto: Shonejai |
Cultiva un corazón agradecido
Esto significa simplemente que, a lo largo del día, te centres en aquellas cosas por las cuales puedes sentirte agradecido.
Deshazte de la sensación de tener derecho a más
La falsa sensación de tener derecho a más en cualquier aspecto de la vida es un enemigo que va a impedirte alcanzar la felicidad. La única forma de liberarse de ello es la renuncia a las expectativas poco realistas que puedas tener de los demás: del estado, de tu jefe, de tus amigos o familiares, de tu pareja o de tus hijos. Cuando lo hagas, te sorprenderás de los resultados. No sólo te sentirás mucho más feliz, sino que también desarrollarás una capacidad creciente para amar y para respetar a los demás incondicionalmente.
Arranca las malas hierbas de la envidia
Si te descubres envidiando lo que otros tienen, acuérdate de que no conoces todos los detalles de la vida de los demás, si son felices o infelices, o qué han tenido que sacrificar para conseguir lo que envidias.
Quizá hayan tenido que sacrificar su vida personal, o tal vez hayan tomado decisiones poco éticas o inmorales. Quizá hayan sacrificado su tiempo con la familia.
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Yo la cosa que pediría para ser feliz sería sabiduría como hizo el rey salomón y así no tendría ningún problema y réfute a ver
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